lunes, 19 de noviembre de 2012

Mi Abuela

No tengo claro en qué año nació, no estoy segura si fue en 1916 o en el 1919. Me acuerdo de ella como la visita semanal de los domingos en la mañana antes de ir a casa de mi tía. Un café de media mañana y como la dueña de no sé cuantos canarios (se morían o se escapan) los cuales siempre se llamaban Gorgorito o abreviado Gorgi. Adoraba sus rosquillas, no sé muy bien cómo las hacía, pero he logrado encontrar algunas similares y me fascinan. Me recuerdan tanto a ella. Cuando las elaboraba en casa recuerdo que nos la daba en una lata de leche vacía repleta de rosquitas. Cosía de todo, mi papá no habla mucho de su vida, pero sé que cosía. Era capaz de hacer cualquier cosa. En alguno de sus viajes (siempre visitaba España una vez al año y probablemente Francia y Portugal también) compró una tela blanca para elaborar el vestido de comunión de la primera nieta que tuviera, la cual soy yo, así que mi vestido fue elaborado por ella. En su sala había (típica casa de abuelo) incontables perolitos en los estantes, recuerdos de viajes, platos que coleccionaba en las paredes y barcos hechos de pinzas de madera para la ropa (era el hobbie de mi abuelo acabar con todos los ganchos en algún descuido de ella, jaja). Entre uno de tantos adornos había uno que era la fascinación de todos sus nietos, al menos de mis primas y yo. Era un lindo reloj de arena, arena rosada, que duraba 2.20 minutos en caer, me fascinaba. En algún momento de su vida, como uno o dos años antes de morir terminó en mis manos. Estuvo mucho tiempo en mi cuarto, cada vez que podía lo giraba. Luego que me fui de casa de mis padres entre mudarme de un sitio a otro se extravió. Creo que es una de las cosas que más lamento haber perdido, pues era un recuerdo muy especial para mí. Siempre atesoro mucho las cosas que me obsequian, soy capaz de recordar quien, cuando y porqué me lo dieron y las guardo con mucho cariño. Ese relojito tenía una inscripción en la base, la recuerdo perfectamente escrita en letras blancas entre un adorno que tenía labrado en la madera que hacía la parte superior e inferior del mismo; pienso que era recuerdo de uno de sus viajes... Decía: "Rdo. de Santiago", imagino que Santiago de Compostela. Santiago, ahora mi Santiago. 

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